detestar
Aborrecer, sentir aversión por una persona, cosa o situación, un rechazo menos intenso que el odio. Los objetos de esa aversión tanto pueden concretos y palpables, como tan abstractos como el tiempo. Don Quijote detestaba la edad en que había decidido convertirse en caballero andante:
Y así, considerando esto, estoy por decir que en el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos (cap. XXXVIII).
La palabra aparece en castellano a comienzos del siglo XV, proveniente del latín detestāri ‘rechazar un testimonio’. Está documentada por primera vez en el testamento de Carlos III de Navarra (Corde, 1412):
Revocamos, detestamos et reprobamos de todo nuestro coracon, poder et effuerco toda manera de heregia et los factores coadjutores et receptadores de malueztat heretiqua [...].
El vocablo latino ―así como testigo, testimonio, etc.― proviene de la raíz indoeuropea trei-, vinculada al número tres, probablemente porque el testigo es un tercero que entra en una querella entre dos litigantes.