Nodicia de Kesos, el posible precedente protorromance del castellano o el asturleonés
Monje trabajando en un scriptorium, por Jean Le Tavernier (siglo XV) / Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
A priori parece estrambótico, casi ridículo; un modesto inventario de quesos sin valor jurídico, realizado por el despensero de un monasterio, no parece algo que tenga gran trascendencia histórica. Sin embargo, se trata de uno de los documentos más importantes que conserva el Archivo Catedralicio de León, ya que está escrito en una lengua protorromance, predecesora del asturleonés y muy anterior al castellano. Datado en el siglo X, se lo conoce con el arcaico y divertido nombre de Nodicia de kesos.
En el archivo leonés y otros del antiguo Reino de León hay cerca de cinco centenares de documentos anteriores al Nodicia de kesos, muchos de ellos en su versión original. De hecho, son más de un millar los que tienen fecha inferior al año 1000 d.C., cifra que se triplica si ampliamos la fecha al 1300 porque se sumarían los fondos procedentes no sólo de la catedral sino también del monasterio de Sahagún, los dos más destacados que tenemos del Medievo, registrados en el Index verborum. Por lo tanto, hay material suficiente para comparar y contextualizar Nodicia.
Éste consiste en una anotación improvisada en el doblez del reverso de un pergamino que lleva su propio texto. El aprovechamiento extra se debe a que ese soporte era escaso y caro, aunque ello implicaba que seguramente el original ya no tenía validez jurídica, lo que ha llevado a algunos expertos, como Ramón Menéndez Pidal, a retrasar la datación hasta el 980, si bien otros se decantan por el 974 por la referencia a una probada visita real de Ramiro III ese año. Se trataba de la donación, en el año 959, de una villa llamada Auctarios por parte de un tal Hermenegildo y su mujer, Cita, al monasterio de Rozuela, el cual estaba dedicado a los santos Justo y Pastor y ubicado entre Chozas de Abajo y Ardón, cerca de la capital leonesa; ya no existe, por cierto.
El autor de la reseña de la parte posterior fue el hermano Semeno (Jimeno), el despensero (monje encargado de la administración de los víveres del cenobio), que en unas cuantas líneas apuntó una relación de la entrega de quesos a varios miembros de la comunidad religiosa por la realización de trabajos de diversa índole, unos en los viñedos, otros en el fonsado (excavación de un foso) de la torre, algunos con motivo de la mencionada visita del rey, etc.
El documento, decíamos, está en protorromance. Si las lenguas romances son aquellas que evolucionaron a partir del latín vulgar (el que se hablaba en la vida cotidiana, diferente al clásico empleado en la literatura), especialmente en las provincias del Imperio Romano, en las que fue introducido por los legionarios y que adoptó sus formas típicas en época bajoimperial (tardía), las protorromances fueron sus ancestros inmediatos. Por tanto, se trataba de lenguas puente, de transición, que empezaron a diversificarse entre los siglos VI y VII.
Jimeno emplea un estilo mixto, con innovaciones como las voces keso, mesa, ogano, tore o espiseron, a la vez que mantiene algunos arcaísmos latinos como alio o frater (otras sólo lo son ortográficamente, caso de taliaron o uinia), que impiden hablar aún de romance. Lo más significativo es que los documentos en protorromance suelen ofrecer alguna originalidad expresiva de forma ocasional, pero Nodicia no se limita a una aislada; reúne unas cuantas. No es difícil, por otra parte, apreciar las diferencias formales con el texto del anverso; no se leen los formulismos de éste sino que es de redacción libre, carente de patrones preestablecidos, aún cuando conserve recursos anteriores.
Dicen los expertos que en los scriptoria (talleres donde se copiaban libros) monacales altomedievales, no se solían escribir los documentos directamente sino que se tomaban unos apuntes básicos que luego se redactaban de forma definitiva con las fórmulas al uso que les otorgaban validez jurídica. Normalmente dichos borradores se hacían en tabillas de pizarra enceradas que luego se borraban (curiosamente, en Salamanca se encontró una del siglo VI-VII que habla del pago de viandas con quesos), pero algunos han sobrevivido gracias a que se usó otro sistema: escribir en el dorso de un pergamino o un trozo cosido a él; Nodicia constituye el mejor ejemplo.
El nombre con que se conoce el documento que nos ocupa, Nodicia de kesos, se debe a que tales son las primeras palabras del texto. Éste se estructura en dos columnas y de él se han hecho unas cuantas transcripciones, no sin cierta controversia en cuanto a exactitud, aunque las pequeñas divergencias no afectan a su traducción. Si la primera columna es perfectamente legible, la segunda está bastante deteriorada por la aplicación de un producto inadecuado cuando se intentaba restaurar, con lo que se borraron parte de la letras; ello hace necesaria cierta imaginación por parte de quienes tratan de reconstruir lo que pone.
PRIMERA COLUMNA: (Christus) Nodicia de / kesos que / espisit frater / Semeno: jn Labore / de fratres jn ilo ba- / celare / de cirka Sancte Ius- / te, kesos U; jn ilo / alio de apate, / II kesos; en que[e] / puseron ogano, / kesos IIII; jn ilo / de Kastrelo, I; / jn ila uinia majore, / II;)
SEGUNDA COLUMNA: / que lebaron en fosado, / II, ad ila tore; / que baron a Cegia, / II, quando la talia- / ron jla mesa; II que / lebaron Lejone; II / …s…en / u…re… / …que…. / …c… / …e…u… / …alio (?) … / … / … / g…Uane Ece; alio ke le- / ba de sopbrino de Gomi / de do…a…; IIII que espi- / seron quando llo rege / uenit ad Rocola; / I qua Salbatore ibi / uenit.
El leonés José Ramón Morala Rodríguez, catedrático de Filología Hispánica de la Universidad de León y miembro de la Real Academia Española, que tiene publicaciones sobre Nodicia, lo traduce de esta forma:
Relación de los quesos que gastó el hermano Jimeno: en el trabajo de los frailes, en el bacillar («viña nueva‟) de cerca de San Justo, 5 quesos; en el otro del abad, 2 quesos; en el que pusieron hogaño, 4 quesos; en el de Castrillo, 1; en la viña mayor, 2; … que llevaron en fonsado a la torre, 2; que llevaron a Cea cuando cortaron la mesa, 2; 2 que llevaron a León; … otro que lleva el sobrino de Gomi … 4 que gastaron cuando el rey vino a Rozuela; 1 cuando Salvador vino aquí.
Una de las cosas más interesantes que ven los filólogos en Nodicia es la ortografía, que se acerca más al romance que al latín y da como resultado una escritura que a menudo se califica de «vacilante» (el uso a la vez de innovadores diptongos monoptongados y formas sin diptongar latinizantes, al igual que pasa con las variantes en la tercera persona de singular y plural; emplear la novedosas palabras apate y sopbrino; el uso innovador de artículos y el pretérito imperfecto; diferenciar la c de la k, etc.).
Los paleógrafos, por su parte, se fijarán en el tipo de letra: visigótica semicursiva, algo distinta de la cursiva típica de los documentos oficiales. Conviene aclarar que la escritura visigótica se denomina así por haber aparecido en el último período de la Hispania visigoda, pero en realidad derivaba de la uncial y semiuncial romanas. De hecho, su canon no se fijó hasta el siglo VIII, cuando ese reino ya había dejado de existir (de ahí que a veces también se la llame mozárabe), perviviendo hasta el XII junto a otros tipos que ya había o fueron apareciendo: la carolina, la gótica, etc.
Por último, está la cuestión de qué idioma es el que prefiguraba este protorromance y tampoco aquí falta polémica. Unos lo incluyen entre los ascendientes del castellano, algo contestado con argumentos históricos (Castilla todavía era un simple condado vasallo de León, faltándole siglo y medio para separarse primero y convertirse en un reino unificado después) y documentales (el documento más antiguo conservado en romance precastellano son las Glosas Emilianenses, que según las últimas dataciones se hicieron a finales del XI; por tanto, posteriores a Nodicia de kesos). La mayoría, empero, consideran que esa lengua es antecesora del asturleonés, sin poder considerársela aún como tal.
* Jorge Álvarez es licenciado en Historia y diplomado en Archivística y Biblioteconomía. Fundador y director de la revista A