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Una política cruel para un problema inexistente

07/03/2025
John McWhorter

"¡Si vienes aquí, hablas nuestro idioma!".

Esta es la versión simplificada de una de las últimas órdenes ejecutivas del presidente Trump.

En la forma, deshace el requisito, instituido por la administración Clinton, de que las agencias y organizaciones gubernamentales ofrezcan servicios y documentos en varios idiomas.

En espíritu, hace mucho más, y mucho peor.

La idea de "sólo inglés" viene de lejos. A Benjamin Franklin le preocupaba que se hablara demasiado alemán en nuestro país. Theodore Roosevelt también estaba de acuerdo, proclamando en 1919: "Sólo tenemos sitio para una lengua en este país, y es la lengua inglesa, pues pretendemos que el crisol de razas transforme a nuestro pueblo en estadounidenses, de nacionalidad estadounidense, y no en residentes de una pensión políglota". La organización US English, fundada por el senador SI Hayakawa y el activista antiinmigración John Tanton en la década de 1980, ha sido especialmente persistente. El grupo argumenta que elevar el inglés a categoría oficial nos proporciona un medio común de comunicación, anima a los inmigrantes a asimilarse y "define una política lingüística de sentido común muy necesaria".

Esto es absurdo, porque ya tenemos un medio de comunicación común: el inglés.

En Estados Unidos también se hablan otras lenguas, algunas incluso transmitidas de generación en generación. Pero los estadounidenses utilizan el inglés como lengua franca, independientemente de cualquier otra cosa que hablen.