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Parentescos sorprendentes

Fernando A. Navarro es médico y traductor médico. Es autor del conocido "Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina", publicado por McGraw-Hill Interamericana.
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Parentescos sorprendentes
Por Fernando Navarro

 


chotis y Scotland Yard

Comenzaré esta entrega con una sorpresa para mis buenos amigos de la capital española. Parece difícil encontrar algo más tradicional y típicamente madrileño que el castizo chotis, ¿verdad? Pues lo cierto es que, al menos desde el punto de vista etimológico, lo difícil sería más bien encontrar una palabra más extranjera que ésa.

Entre los bailes populares de los campesinos británicos, genéricamente llamados country dances (o contradanzas), a comienzos del siglo XVIII se popularizó en Francia uno procedente de Escocia, con acompañamiento de gaitas, y al que nuestros vecinos transpirenaicos dieron el nombre de anglaise o écossaise (escocesa).

Entre 1800 y 1830, esta danza, ya afrancesada, se hizo muy popular en Alemania, donde músicos de la talla de Beethoven, Schubert o Chopin compusieron écossaises para piano. Por la misma época, y por evolución de este baile escocés que habían recibido a través de Francia, surgió en Alemania una variante de la écossaise a la que se dio por nombre Schottisch (palabra alemana que significa "escocés") y no estuvo de moda más que un par de generaciones, pues hacia 1840 fue desplazada por la polca de procedencia checa.

Más fortuna tuvo este baile, el Schottisch, fuera del área germánica, pues se paseó por toda Europa al hilo de la moda para asentarse fuertemente en España, y sobre todo en Madrid, donde a finales del siglo pasado llegó a convertirse en el baile preferido de chulapos y chulapas. De este modo, el Schottisch, ya castellanizado a chotis, se convirtió en seña de identidad musical de las clases populares de Madrid, y así se ha mantenido hasta nuestros días, en que sigue siendo pieza obligada en cualquier verbena popular que se precie.

Estas cosas tiene la etimología, tan traviesa, que a partir de la traducción alemana del nombre francés de un baile escocés, puede dar a luz el más castizo de los vocablos.

En cuanto a Scotland Yard, es tan sólo una pequeña calle en el corazón de Londres, entre la plaza de Trafalgar y el Támesis, que albergó en tiempos un palacio en el que se hospedaban los reyes de Escocia (en inglés Scotland) cuando acudían a la capital de Inglaterra. Cuando, en 1829, sir Robert Peel fundó la policía metropolitana de Londres, primera policía moderna del mundo, situó su cuartel general en el número 4 de Whitehall Place, cuya parte trasera daba a la calleja de Scotland Yard, y por éste nombre la conoció rápidamente el pueblo londinense.

Y ese nombre ha conservado hasta ahora, aunque hace ya más de un siglo que Scotland Yard abandonó su antiguo cuartel general de Scotland Yard por instalaciones más modernas. Efectivamente, en 1890 la policía metropolitana se trasladó a unos edificios nuevos («New Scotland Yard») situados a poca distancia, en el Victoria Embankment; y en 1967 volvió a trasladarse, esta vez algo más al sur de la City, cerca de la abadía de Westminster. Es difícil, empero, acabar con las tradiciones, de modo que a pesar de tantas mudanzas, tanto en Inglaterra como en el extranjero, todo el mundo, sin excepción, sigue llamando Scotland Yard a la Metropolitan Police of London.