Parentescos sorprendentes
¿Sabía Ud. que la palabra marido está emparentada con mariachi y ambas con el vocablo inglés marriage? Es lo que nos explica Fernando Navarro, en esta nueva incursión en los orígenes de nuestro idioma, un nuevo capítulo de su serie "Parentescos sorprendentes. Navarro es autor del Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina, publicado en Madrid por McGraw-Hill/Interamericana de España.
No es que esté especialmente orgulloso de mi sexo, pero como tampoco me avergüenzo de él, no siento reparos de ningún tipo en dedicar una entrega completa a los parientes sorprendentes del sexo masculino, por muy fuertes que soplen en estos tiempos los vientos de la corrección política. Ya habrá tiempo, en cualquier caso, de buscarle otro día los parentescos al sexo femenino.
Es difícil encontrar algún descendiente directo del latín mas, maris (macho, varón), pero abundan los descendientes indirectos a través de alguno de sus derivados latinos. El diminutivo masculus, por ejemplo, nos ha dado por la vía coloquial el macho con toda su parentela (desde el machismo hasta los machotes, pasando por los marimachos), y por la vía culta palabras como masculino (tanto en biología como en gramática) o emascular (sinónimo fino de capar).
En cuanto al latín maritus (marido), sigue utilizándose todavía hoy para dar nombre al hombre casado. En latín, servía además para formar el verbo maritare (casarse). Esta identificación del matrimonio con el marido nos suena extraña a quienes hablamos un idioma que ha asociado tradicionalmente el matrimonio, como su propio nombre indica, a la madre, pero se conserva todavía en muchos otros idiomas europeos, como demuestran los verbos marier (francés) y to marry (inglés), en todo equivalentes al latín maritare. O como demuestra asimismo el nombre que las bodas reciben en inglés (marriage), catalán (maridatge), italiano (maritagio) y francés (mariage).
Quien tenga presente la imagen cinematográfica de Jorge Negrete cantando a grito pelado Allá en el rancho grande en compañía de su mariachi, apenas podrá dar crédito a lo que algunos estudiosos de la etimología dicen de esta palabra, la más típicamente jalisciense que uno pueda imaginar. Sesudos filólogos afirman, en efecto, que del francés mariage, pronunciado chapuceramente en Méjico, deriva el nombre de mariachi que se dio a la música que se tocaba en los bodorrios mejicanos y otros festejos, con violines, arpas, jaranas, guitarras y trompetas. ¡Qué sorpresas, cuates, nos da la vida!