Por qué los ingleses no pueden entender al Shakespeare original pero nosotros sí a Cervantes
Los lectores interesados por los clásicos saben que se venden distintas versiones de El Quijote, algunas manteniendo palabruelas y expresiones del siglo de oro que se nos hacen un poco ininteligibles. Pero, si nos comparamos con otros, los hispanohablantes tenemos la enorme suerte de poder entender las fuentes originales. Por el contrario, nuestros amigos ingleses lo tienen muy pero que muy difícil para acercarse a su literatura medieval tal y como fue escrita. Dicho claramente, no hay inglés que entienda lo que dicen los hombres y mujeres de las obras de Shakespeare.
Un ejemplo vivo lo encontramos echando un vistazo rápido al texto del siglo XVII, el 'Speke Parrot', un poema de John Skelton que tiene más de 500 años. Los primeros versos son así:
With my becke bent, my lyttyl wanton eye,
My fedders freshe as is the emrawde grene,
About my neck a cyrculet lyke the ryche rubye,
My lytyll leggys, my feet both fete and clene,
I am a mynyon to wayt uppon a quene;
‘My proper Parrot, my lyttyl prety foole.’
With ladyes I lerne, and go with them to scole.
Tranquilo, no es que tu inglés se haya oxidado con el paso del tiempo o que ese certificado del Advance haya quedado caducado: un londinense de alta cuna necesitaría repasar las líneas de Skelton numerosas veces para entrever el significado de "fedders", "emrawde", "sscole", "quene" o "cyrculet". Por no mencionar variaciones extrañísimas de "little" ("lyttlyl") o "fresh" ("freshe"). Pero escrito, el inglés medieval es al menos intuitivo. Peor aún lo tenemos todos trasladado al plano oral.
A Shakespeare sí lo podemos entender con más facilidad por escrito. Su inglés, no en vano, es muy similar al que se practica hoy en día. En esencia, se trata del mismo lenguaje. Sin embargo, la cosa varía cuando, como en el caso de Skelton, queremos recitar aquellas obras de teatro del modo original. Los actores que interpretaban en su época las obras del maestro lo hacían de un modo distinto al actual, y sería a duras penas entendido con facilidad por un inglés medio.
Pese a que sus palabras recitadas se han adaptado, hay autores y actores que muestran lo extraño del fenómeno dictando las palabras de Shakespeare al uso original. ¿El resultado?
Al contrario que en El Quijote de Cervantes, el problema aquí no son los arcaísmos, sino la pronunciación. Es un hecho que no se da en nuestra lengua: las vocales y las consonantes de Cervantes se pronunciaban del mismo modo en su siglo que en el nuestro, así que una película utilizando los palabros originales del caballero de la triste figura sólo encontrarían el obstáculo del vocabulario. No así las obras de Shakespeare, a sumar el extraño sonido emitido por los actores.
¿Pero por qué sucede esto?
El inglés y su curiosísimo cambio de pronunciación
La respuesta al enigma se encuentra en la prolífica, extraña y apasionante historia del inglés, un idioma fruto de diversas mezcolanzas, revoluciones e inferencias extranjeras que le han dejado apartado del resto de lenguas germánicas (grupo al que pertenece).
El fenómeno que divide a Shakespeare de los actuales británicos se llama "Gran Cambio Vocálico", y a la altura del maestro literato ya estaba dando sus últimos coletazos. Se había completado en su práctica totalidad (de ahí que el poema de Skelton sea aún más intrincado que las sencillas obras de Shakespeare) tras tres siglos de cambios continuados. El fenómeno no tiene una explicación clara, pero lo evidente es que los ingleses decidieron cambiar su forma de pronunciar las vocales, y con ellas la totalidad de su idioma.
Comparado con otros idiomas, sucedió de forma muy rápida (pensemos en la muy lenta y progresiva estandarización de las lenguas romances, provenientes todas ellas, desde el ligur hasta el galaico-portugués, del original latín romano), y pudo deberse al carácter dramático de la construcción del inglés.
¿Pero qué tuvo de singular la historia del inglés para que algo así sucediera? El inglés, como lengua germana que es, llegó a las islas durante las invasiones bárbaras de anglos, jutos y saxos. Sus proto-idiomas germánicos se vieron rápidamente mezclados primero con las lenguas de los pobladores celtas, después con las variaciones nórdicas antiguas de los conquistadores vikingos, y más tarde por el refinado francés romance de sus reyes normandos (tras la Batalla de Hastings). Todo ello, a la vez, moldeó el carácter del inglés.
Al darse la paradoja de que la corte inglesa utilizó durante años una lengua totalmente desligada del pueblo llano (el francés frente al inglés medieval), el inglés se vio muy influenciado por otros idiomas externos. Así, como se explica aquí, el cambio de pronunciación pudo deberse a la adaptación de la fonética inglesa a las palabras romances. De ahí que los ingleses dejaran de pronunciar las vocales de un modo similar a los europeos (en el vídeo de Skelton se ve fácil) y desligaran las palabras escritas del modo de pronunciarse.
Esto último no es un asunto menor. La evidente descoordinación entre los fonemas y su pronunciación es motivo de debate entre lingüistas y expertos angloparlantes, e incluso hay quien propone simplificarlo y que al encontrar un "pa-" siempre se pronuncie igual, y no de varios modos distintos.
El inglés es una lengua solitaria por todo esto
El "Gran Cambio Vocálico" se produjo a niveles desiguales en las islas. En Escocia, por ejemplo, tuvo menor incidencia, de ahí que la pronunciación de determinadas vocales graves se asemeje más a la nuestra (las "a" son el ejemplo más claro). Unido a sus particularidades gramaticales, todo esto provocó que el inglés quedara apartado dentro del gran ramal de lenguas germánicas, estando virtualmente aislado de sus compañeros de viaje y no siendo interinteligible con el alemán, el holandés o las lenguas nórdicas (cuyo grado de inteligibilidad es sólo comparable al de las romances peninsulares).
Así, mientras un alemán puede entender a un holandés con cierto esfuerzo y un sueco tiene pocos obstáculos para hablar con un noruego, un inglés no puede tener una conversación con un danés o un flamenco en sus lenguas nativas.La situación es tan asombrosa que un documental trató de averiguar cuál era la lengua más aproximada al inglés, cuál podía utilizarse por un hablante nativo y entenderse por un inglés. ¿El resultado? El frisio. Pero ni siquiera del actual inglés, sino de aquel que se utilizaba antes del "Gran Cambio Vocálico". En el siguiente vídeo, podemos ver al presentador acercarse a un granjero frisio (en Países Bajos) y preguntarle en inglés medieval si le entiende. El anciano, sorprendido, le responde que sí, pero que no sabe cómo.
El fenómeno es alucinante, pero explicable. El frisio (una minoría lingüística no demasiado prominente del norte de Países Bajos) es un lengua germánica bastante arcaica y no demasiado evolucionada (y alejada del neerlandés actual), similar a la que, antes de ser revolucionada por conquistas extranjeras, se hablaba en Inglaterra (los sajones y anglos venían de allí).
Como es natural, nada de esto sucede en el español. La estandarización de nuestro idioma fue anterior, y permitió que durante la colonización de América se exportara un lenguaje entendible por todos los peninsulares, aún a día de hoy (exceptuando localismos, los 400 millones de hispanohablantes podemos tener una conversación sin problemas). Es por ello por lo que, además, El Quijote o las obras de Quevedo se pueden entender recitadas en su castellano original. Y por lo que las de Shakespeare lo tienen más difícil.