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Historia política del español: la creación de una lengua

Lingüista José del Valle

 

 

Mercedes Bengoechea, de la Universidad de Alcalá, reseña Historia política del español: la creación de una lengua, obra que acaba de publicar Aluvión, de Madrid, coordinada por el lingüista José del Valle.

 

En el año 1991, en una estancia de investigación posdoctoral en la Universidad de Cardiff pude leer un libro que cambió mi percepción sobre el inglés y que vinculó ya para siempre las nociones de lengua y poder. Se trataba de una obra escrita por Ralph Grillo, Dominant Languages (1989). A partir de su lectura, nunca más volvería a pensar las lenguas del mismo modo.  Aprendí a tomar en consideración elementos que antes ignoraba, y ahora creía ya indefectibles: las jerarquías lingüísticas, el dominio de las lenguas, la interrelación entre los procesos a nivel local y los procesos a gran escala y, sobre todo, fui consciente de la necesidad de reflexionar y sacar a la luz los discursos que  configuraban las jerarquías entre variedades. Por ejemplo,  los discursos que defendían o atacaban lo vulgar frente a lo refinado, lo corrupto frente a lo puro, lo arbitrario frente a lo esencial, la supuesta cualidad estética de las variedades, etc. Dejé de ver el francés y el inglés, temas de la obra, como meros sistemas de signos estructurados. Desde entonces, el francés y el inglés se entrelazan en mi mente con los procesos histórico-políticos que han conducido: al triunfo de la variedad lingüística de unas gentes frente a la variedad de otras gentes, a la ordenación jerárquica de la diferencia, a la conexión naturalizada entre lengua y territorio, al empeño político de la francofonía o al discurso de la obligatoriedad del inglés en la instrucción de nuestras criaturas.  Aunque Grillo se centraba en la construcción histórica de la jerarquía y la dominación lingüísticas en Gran Bretaña y Francia, era imposible dejar de pensar en esos términos también en relación con el español. Pero en aquel momento no existía una obra que pensara el español como constructo ideológico y discursivo.

Esa obra se necesitaba como el agua de mayo frente a la doxa que financia y evalúa la investigación y monopoliza los discursos en España. Era imprescindible una reflexión crítica que reescribiese la historia y la conceptualización de la lengua española. Esto es justamente lo que aporta el libro coordinado por José del Valle. Y es revelador que tanto el libro de Grillo como este fueran publicados inicialmente en inglés por la prestigiosísima editorial Cambridge University Press.

Al haberlo escrito décadas después, el libro de Del Valle es infinitamente más rico y profundo que el de Grillo, porque puede incorporar unos debates teóricos, una experiencia investigadora y unas perspectivas que se han desarrollado precisamente entre 1989 y 2016: muy especialmente, por una parte, el estudio de las políticas y la planificación lingüísticas ha adquirido carácter propio como subdisciplina de la lingüística y, por otra parte, los estudios sobre ideologías de las lenguas y la conexión entre ideologías e identidades, que establecieron triunfalmente primero Jan Blommaert (1990) y posteriormente Schieffelin, Woolard y Kroskrity (1998) y Woolard (2007). En estos trabajos se definen las ideologías lingüísticas como las representaciones, ya explícitas o implícitas, que construyen la intersección del lenguaje y los seres humanos en un mundo social, los vínculos mediadores entre formas sociales y formas de habla. Por ideologías lingüísticas nos referimos, pues, a esas ideologías no cuestionadas que parecen tan sensatas y naturales, inherentes a lo que predican; esas ideologías y discursos que en ocasiones se han preferido denominar metalenguaje y que constituyen el foco de este trabajo. De la deuda de este libro con Grillo y con los estudios sobre ideologías da fe el primero de los capítulos, un completísimo ensayo introductorio denominado “Lenguaje, política e historia”, en el que José del Valle presenta precisamente las raíces epistemológicas del volumen.

[Kathryn Woolard, por cierto, ha sido coautora con José del Valle de varios trabajos; también colabora en este libro y, como él, también desde una cierta periferia buscada.]

¿Qué nos ofrece este libro? Relatos parciales, ordenados más o menos cronológicamente aunque, desde una perspectiva geopolítica, a veces superpuestos unos a otros. Relatos que van desvelando, no “la” historia política del español, sino fragmentos de otra historia política del español desde la perspectiva ibérica, desde la perspectiva latinoamericana, desde los Estados Unidos y desde otros ámbitos. Relatos que dan cuenta de la construcción a través de los siglos de la idea de una lengua, es decir, de “un artefacto político construido discursivamente” que contiene  huellas de las sociedades que lo producen y de las tradiciones discursivas involucradas e invocadas en su creación. Un artefacto político con clara función performativa, que juega un papel en la construcción de conciencias políticas y en la organización de estructuras de poder.

De forma significativa, esta historia glotopolítica comienza con un estudio de Roger Wright que sitúa el inicio del español como artefacto político, en la elaboración y defensa por parte de los escribas medievales del castellano drecho, una lengua escrita cercana al habla cotidiana. La defensa de los escribas se basaba precisamente en el valor que podía alcanzar en un espacio político, social, cultural que hasta entonces había ocupado el latín. La tesis de Wright es que la nueva lengua, el mal llamado castellano, no es tanto el resultado de un proceso de evolución lingüística, como el producto de una nueva conceptualización político-cultural del habla cotidiana. Una hipótesis perfectamente plausible, si tenemos en cuenta casos parecidos, como lo acontecido en la nueva nación de Noruega al principio del siglo XX.

En los diversos capítulos se van repensando y replanteando algunos de los mitos fundacionales de la “gloriosa” historia del español, con una atención a las condiciones materiales en las que se producen las ideologías y políticas lingüísticas y a los modos en los que las lenguas y la formas de las lenguas adquieren relevancia política y simbólica. Se cuestiona la supuesta relevancia de Nebrija, que antes de ahora ya había sido puesta en duda; se desvelan las motivaciones prácticas que guiaron al emperador Carlos I a elegir el castellano en su alocución en el Vaticano en 1536, lo que pone en entredicho el valor de tal alocución como supuesto discurso fundacional del español; se relata cómo la lengua castellana pasó a denominarse lengua española con categoría imperial; se expone el contexto regalista sin el cual no puede entenderse la creación de la RAE como arma política; se nos ofrecen interesantísimos fragmentos del panorama discursivo de las naciones latinoamericanas tras su emancipación de la metrópoli o de los discursos en las áreas hispanohablantes absorbidas por los Estados Unidos; pero también el intento de españolización de la “Guinea Española” frente a la dominación de facto de la jerarquía local fernandina anglófona; etc.

Esta reelaboración de la historia no puede ser sino multidisciplinar. Es historia, sí; pero historia política e historia filológico-cultural que bebe de la sociología, la filosofía, los estudios sobre el poder, la etnografía, la sociolingüística… Es Historia contada desde ángulos diversos, por académicas y académicos de procedencia, origen y disciplinas diversas. Reflexiones que se complementan, de forma que cada capítulo –que puede leerse por separado—contribuye a la caleidoscópica visión global. Es Historia que hace un seguimiento del desarrollo de un discurso triunfalista y triunfador que ha tratado de acallar la disidencia. Es una historia de los contextos que han producido lengua. Lengua que a su vez es asumida, conceptualizada, impuesta o aceptada, dependiendo de los contextos políticos. La resistencia está también siempre presente y precisamente uno de los aspectos más atractivos del libro son las disidencias que se desvelan.

Y aunque a lo largo del volumen se nos van descubriendo contextos histórico-sociales relevantes, también se van apuntando otros, paralelos a ellos, que quedan de momento en sombra. La historia glotopolítica del español no puede sino ser polifónica, se nos asegura. Este libro promete, pues, ser el preludio de otros.

Diversos capítulos convergen en su interés por la construcción de la RAE como la institución que conocemos, incluido su afán colonizador de las políticas lingüísticas de las naciones hispanohablantes emancipadas. Entre los capítulos dedicados a la RAE destaca el artículo de Laura Villa. Explica ella cómo la adquisición de la autoridad y el poder de los que goza la institución dista de ser un proceso neutral, consensuado, sin fisuras ni batallas que lo impugnasen. Relata Laura Villa cómo llegó la RAE en la segunda mitad del siglo XIX a  tener el control del mercado educativo y los ingresos que ello le proporcionó. Nos informa de los discursos que rodearon la creación de tal monopolio, la intervención real y los discursos que vinculaban la lengua y la educación a la RAE, una institución ligada al gobierno central y que debía a su vez dejarse gobernar por los “intereses nacionales”. Discursos y políticas que llevaron a la supresión de las asociaciones de maestros de primaria para impedir su protesta y sus “interferencias en un campo lejos de sus competencias”. Con ello se pretendía además acallar las “tendencias descentralizadoras que podrían entorpecer la nacionalización de la instrucción pública”. Dado el contexto en que esto ocurrió, la segunda mitad del XIX, cuando se diseñaron e implementaron gran número de medidas para promover el poder del Estado centralizado y el proyecto español de construcción nacional, las Gramáticas publicadas por la RAE  y la estandarización de la ortografía en los años 1850 no fueron meramente la descripción de unas reglas del lenguaje. Por su poder normativo y unificador, la gramática y la ortografía se convierten en un discurso fundacional del Estado moderno constituyendo, según Laura Villa, “una práctica que disciplina a los individuos convirtiéndolos en ciudadanos” (y aquí el masculino está empleado con exactitud).

El cuestionamiento del papel de la RAE que se deriva de este libro es innegable (y, por cierto, del Instituto Cervantes). El libro ayuda a situar histórica y políticamente comportamientos actuales de esa institución: su permanente apelación a la monoglosia desde los poderes centrales, su vano intento de poner freno a la globalización verbal, su discurso neoimperial tan patéticamente fanfarrón, la apelación a su exclusivo derecho al monopolio sobre los hechos lingüísticos, o su intervencionismo en la representación democrática del pueblo al luchar activamente contra políticas (y no solamente políticas lingüísticas) diseñadas por las Cortes. No hay más que recordar cuando intervino en los debates político-simbólicos sobre el matrimonio homosexual y la denominación de la ley Integral de Violencia de Género, o cuando ha proscrito el denominado lenguaje no sexista en los discursos públicos. Parece claro que la RAE en el siglo XXI sigue creyendo tener un papel preponderante en la instrucción moral.

El libro es de interés en la universidad y en el mundo académico, por supuesto, pero también es una lectura fascinante para personas que deseen informarse sobre el devenir del español. Para esas personas, el libro contiene tres elementos fundamentales:

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En primer lugar, el libro les recuerda que la investigación “cientifizada” de la lengua, al centrarse en propiedades formales o estructurales, no ha prestado atención a las sociedades, las culturas y los individuos que hablan la lengua y su voluntad y libertad de hacerlo.

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En segundo lugar, el libro profundiza en cuestiones como la elaboración de la Norma y las metáforas que la envuelven, el reconocimiento ideológico de la autoridad, del poder y de su distribución, la naturalización de las creencias y actitudes, las pugnas o coexistencia de las variedades peninsulares, nunca suprimidas y en constante coexistencia heteroglósica… En el libro se plantean preguntas como ¿Cómo representamos la lengua y las actuaciones lingüísticas? ¿Cómo se ha venido haciendo a lo largo del tiempo y cómo ha intervenido el poder para que se haga así? ¿Cómo se relacionan lengua y comunidad? ¿Cómo se establece la relación entre lengua y nación –o imperio, en el caso español? O ¿qué tipo de discursos metalingüísticos han estado circulando para lograr que fuera así y gracias a qué instituciones?

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Y, en tercer lugar, el hermoso, personal y emocionado prólogo a esta edición en español nos prepara para vislumbrar lo que constituye el tema central del estudio, la doxa del español: esa burbuja férrea, aunque aparentemente transparente, en la que se dan cita discursos, metarrelatos, actitudes y sobre todo ideología. Férrea en la casi imposibilidad de entrar a diseccionarla, aparentemente transparente por formar parte del sentido común, de los principios “obvios” que configuran nuestros sentimientos y nuestra conceptualización de lo que es y ha sido la lengua española. Doxa que deglute, sin inmutarse, ávidamente, sus propias contradicciones: ya se sabe, por ejemplo, que la lengua puede ser simultáneamente para la doxa un ente natural, imprevisible, con vida propia, sobre el que no se puede intervenir, y un objeto al que hay que conducir por la senda correcta. La doxa es, en palabras mucho más hermosas que las mías, lo  que José del Valle  denomina “las robustas estructuras que dedicados arquitectos y obreros de la filología han levantado” . También constituye la doxa “las  sofisticadas  elaboraciones  discursivas” que sostienen la historia de la lengua española,  ese  “gran  metarrelato  de  unidad  cultural”. Lo que yo denomino estructura férrea, para él es, mucho más apropiadamente, “la notable musculatura  institucional  que exhibe la historia” del español que nos han contado.  

¿Cómo es posible que, antes de este, apenas contásemos con un libro de cabecera que nos trasladara a la “otra” historia de la lengua española, una narrada con mirada crítica ? ¿Cómo es posible que en España la mayoría de cursos académicos de grado o posgrado de historia del español no aborden, siquiera mínimamente, su objeto de estudio con perspectiva autocrítica? ¿Cómo es posible que un curso académico de grado o posgrado de sociolingüística del español o de historia del español no contenga obligatoriamente una reflexión crítica sobre las ideologías lingüísticas y las perspectivas y presuposiciones de tales disciplinas? ¡¡Ay, la doxa!! Parece claro que este libro ha llegado en el momento adecuado. Tanto por los contextos que revela, como por los caminos que desbroza y por las herramientas teóricas de las que se vale.

 

Referencias

Blommaert, J. (1990). Language Ideological Debates. Berlin: Mouton de Gruyter.

Grillo, R.D. (1989). Dominant Languages. Language and Hierarchy in Britain and France. Cambridge: Cambridge University Press.

Schieffelin, B., Woolard, K. y Kroskrity, P. (Eds.) (1998). Language Ideologies: Practice and Theory. New York: Oxford University Press.

Woolard, K. (2007). La autoridad lingüística del español y las ideologías de la autenticidad y el anonimato. En J. del Valle (Ed.),  La lengua, ¿patria común? Ideas e ideologías del español (pp. 129-142). Madrid: Iberoamericana/Vervuert.