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Clelia Chamatrópulos, la argentina que tradujo varias obras de Jon Fosse

08/10/2023
Ana Clara Pérez Cotten

Jon Fosse, Premio Nobel de Literatura 2023

Cuando se enteró por la mañana de que Jon Fosse era el flamante ganador del Nobel de Literatura, Clelia Chamatrópulos, traductora literaria de sueco y de noruego, se alegró y fue inmediatamente a su biblioteca a buscar el libro que tradujo para Ediciones Colihue con seis obras teatrales del dramaturgo noruego.

“Este libro fue posible por la visión del gran Jorge Dubatti y de Editorial Colihue. Las traducciones se hicieron con el apoyo económico de Norla, la agencia de fomento de la literatura noruega en el exterior, aunque ese apoyo no fue extraordinario”, recuerda Chamatrópulos en diálogo con Télam sobre cómo se editó el libro de 320 páginas que se publicó en 2011.

Casada con el físico nuclear e ingeniero Alberto Filevich, la mujer llegó a Suecia en 1969: “Él llegó para hacer su doctorado en física y yo a terminar la carrera de sociología. Para hacer el doctorado en Física no se necesita sueco, pero para sociología, sí”, rememora.

“En ese momento en Suecia el Estado ofrecía cursos de sueco de ocho horas diarias, cinco días a la semana. A los tres años, con una máquina de escribir bajo un brazo y un diccionario bajo el otro, yo tenia trabajo siguiendo los avatares de un científico que se trasladaba y los altibajos de la política científica latinoamericana. En mi segunda residencia prolongada en Suecia estudié noruego”, repasa la traductora sobre cómo fue su propia biografía la que la acercó al idioma.

Chamatrópulos es ahora traductora pública de sueco, noruego y dinamarqués matriculada en el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires y, además, traductora literaria de sueco y de noruego, egresada de la Universidad de Buenos Aires.

¿Cómo llegó a conocer al Nobel? “Había traducido Ibsen para Colihue (dos tomos, Una casa de muñecas y El enemigo del pueblo) por primera vez directo del noruego al castellano, porque las traducciones anteriores habían sido siempre a partir del inglés y el francés. Esos trabajos recibieron buena crítica y creo que por eso me convocaron para traducir Fosse”, explica.

-Télam: ¿Qué dificultades o desafíos particulares entrañó la traducción de Fosse?

-Clelia Chamatrópulos: Me recuerdo haciendo esas traducciones como alguien que trabaja con una balanza de joyería, en la que cada palabra tiene un peso determinado y especial, y en la que cualquier desvío provoca un desequilibrio no deseado. Todo el tiempo tratando de lograr ese balance. Fosse usa un lenguaje más que cotidiano, casi banal, y lo extraordinario es que a medida que avanza el texto, puede verse, palparse casi como avanza y se construye la tensión dramática a partir de esa cotidianeidad. No es fácil lograr eso.

Una dificultad agregada es que Fosse no utiliza en su dramaturgia signo alguno (ni admiración, ni interrogación). Y eso, traducido a un idioma como el castellano, implica la dificultad de que la construcción de la frase no indica inmediatamente si es pregunta, afirmación o negación. Parece un obstáculo banal, pero no lo es. En algún trabajo que presenté en algún congreso de traductores literarios escribí de título algo así como “Traducir el silencio” y me pareció bastante errado hasta que lo leí como definición en trabajos de críticos teatrales sobre la obra de Fosse.

-T: ¿Cómo definirías sus obras teatrales? ¿Cuál creés que es su sello?

-C.C: Fosse, al igual que Ibsen, es muy explícito y generoso en sus didascalias, la indicación del dramaturgo a los intérpretes para la puesta en escena. De algún modo, todo lo libre que pareciera ser la oralidad queda indicado, marcado y constreñido en la acción. Pero esta es una observación de alguien que no hace crítica teatral.

Fosse también desconcierta. Sus personajes en algunas de las piezas que traduje actúan de pronto en un sentido totalmente opuesto al anunciado; eso perturba al traductor, por lo menos me perturbó a mí, ya que actuar en un sentido contrario implica también un registro diferente del idioma, y a eso hay que captarlo porque hasta que se logra eso, el texto suena falso.

Y, por último, Fosse escribe en nynorsk, lo cual ya es una decisión política que no me corresponde explicar, ya que, si bien la intuyo y comprendo, sobrepasa mi capacidad de hablar de la sociedad noruega y de sus idiomas.