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O eres perspicaz con el lenguaje o la IA sí que te quitará el puesto

19/06/2023
Maite Sáenz

En el mundo de la IA generativa ser de letras tiene mucho valor. No todo van a ser informáticos programando, ingenieros diseñando y abogados regulando. Quienes sepan leer bien, escribir bien, entender bien, correlacionar bien y pensar bien van a ser quienes, de verdad, se lleven el éxito al bolsillo con la inteligencia artificial. La mente analítica no es sólo coto de los de ciencias, y enseguida veremos por qué.

Vaya por delante que no lo digo para autocomplacerme por haber dedicado cinco años de mi lozana juventud a una carrera insustancial (Periodismo), ni por haber vivido -y seguir haciéndolo- de trabajar con el lenguaje en todas sus formas orales, visuales, gestuales y escritas. Lo digo porque cuanto más experimento con las extensiones de ChatGPT y las aplicaciones de IA relacionadas con mi profesión, más cuenta me doy -y más contenta me pongo- de que su excelencia depende de la mía. ¡Menudo reto!

Cuanto mejor describa qué quiero que haga por mí, más exacta sea con el lenguaje escogido y más detalles le dé, más completo será su trabajo y más ideas me dará para seguir encargándole tareas. Así es que estoy haciendo de ella mi compañera de trabajo. Me tiene enganchada pasando de nivel a nivel. Cada herramienta que exploro, cada funcionalidad que descubro, me lleva a otra y de esa a otra más, y así mi ruta de exploración me va abriendo camino, el mío propio, en la selva de la IA generativa.

Los que temen a la IA tienen miedo de no estar a su altura. Evidentemente, es un miedo comprensible, porque ésta tiene todas las de ganar si la vara de medir es la velocidad del aprendizaje y de la ejecución, pero recordemos que lo que aprenda lo hará con nosotros y de nosotros, y que también nosotros podemos hacer de su uso un proceso de aprendizaje bidireccional.

A falta de capacidad neuronal para acumular todo lo que almacenan sus bits, tendremos que ser mejores seleccionando la información necesaria para que nuestra aportación sume valor a la del bot. Esto significa que tendremos que ser buenos, muy buenos, en el ejercicio de competencias lingüísticas (con sus artes y sus leyes) y de pensamiento (crítico, analítico, reflexivo y sistémico) que nos lleven a ser el jefe del bot y no al revés, o incluso a no ser.

Debería ser un básico ya resuelto pero no lo es. Miremos los documentos que circulan por nuestras empresas, leamos los currículums que nos llegan, escuchemos hablar, disertar, exponer… Si tiene razón Wittgenstein, que la tiene, seamos conscientes de que “los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestra mente”. Si esa partida no se la ganamos a la IA entonces será ella la que, de verdad, no tendrá límites.