púrpura
El nombre del color púrpura se remonta una palabra semita usada hace unos 3.000 años para designar a dos especies de caracoles que soltaban una tinta violácea usada para teñir paños, conocidos en zoología como Stramonita haemastoma y Nucella lapillus. El vocablo semita se perdió, pero se sabe que de él provienen el griego πορφυρα (porfura), con que se designaban los caracoles, las tintas de ellos extraídas, y las telas teñidas con aquel tono violáceo. Del griego pasó al latín purpŭră, lengua en la cual mantenía todos esos significados y, además, el de ‘la dignidad del consulado’, puesto que los cónsules vestían togas de ese color.
En castellano aparece por primera vez en el Cantar de Mio Cid bajo la forma porpola y, en el libro de Alexandre (c 1250) como pórpora, en ambos casos con el significado de ‘vestimentas lujosas de color púrpura’. La palabra aparece bajo su forma actual en los poemas del mester de clerecía, de Gonzalo de Berceo, como vemos en estos versos de Signos del Juicio Final (1236-46, v.21):
[...]
ardrá el mundo todo, y el oro y la plata,
baldaquines y púrpuras, xamit y escarlata,
no fincará conejo en mato ni en cava.
En la Edad Media, este color fue adoptado para las ropas de los cardenales de la Iglesia católica, que por esa razón, son llamados también purpurados.
El vocablo griego sobrevive asimismo en el inglés purple, el francés pourpre, el catalán porpra y el finlandés purppura, entre muchas otras lenguas.