fetiche
A partir del participio pasivo de hacer, ‘hecho’, se formó la palabra hechizo en español hacia fines del siglo XV, como ‘artificio supersticioso de que se valen los hechiceros’, según definía el Diccionario español-latino, de Antonio de Nebrija.
Hechicero, palabra también formada a partir de hacer, ya aparecía registrada en nuestra lengua desde Calila y Dimna, un libro de cuentos anónimo traducido del árabe por iniciativa de Alfonso X. Hechicero y hechizo pasaron al portugués como feiticeiro y feitiço. Esta segunda palabra portuguesa llegó luego al francés como fetiche y más tarde, al inglés como fetish. En ambas lenguas denomina objetos de hechicería africana, tales como amuletos y talismanes, y finalmente, reingresó al castellano con este significado, bajo la nueva forma fetiche.
Jugando con el carácter mágico de los fetiches, el filósofo y economista alemán Karl Marx adoptó la palabra para referirse al “fetichismo de la mercancía”, por el cual, según él, ciertas relaciones entre personas, como la producción y el intercambio, era percibidas como relaciones entre cosas: dinero y mercancías.
Años más tarde, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, retomó la palabra fetiche para referirse a ciertos fenómenos observados en su práctica clínica, en los cuales el interés sexual de algunos pacientes (libido) aparecía desplazado hacia objetos vinculados indirectamente a su objeto sexual, tales como prendas de ropa, mechones de cabello, etcétera. El psiquiatra austríaco tomó la idea del fetichismo sexual de su colega alemán Richard von Krafft-Ebing, el primer autor que abordó a fondo desde un punto de vista científico el tema de las perversiones sexuales, en su celebérrima obra Psychopathia sexualis (1889). Krafft-Ebing, por su parte, había tomado el término del francés fétichisme, al cual el psicólogo francés Alfred Binet había conferido su sentido sexológico en su artículo Du fétichisme dans l’amour (1887).