Puede parecer una obviedad pero lo cierto es que prácticamente todas las inscripciones romanas que vemos en estatuas, estelas, lápidas y monumentos están escritas con letras mayúsculas, de modo que da la impresión de que no utilizaban más que estas en sus escritos. Nada más lejos de la realidad, pues los romanos también tenían escritura cursiva y utilizaban minúsculas.
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Si echamos un vistazo a los libros de texto de ESO o Bachillerato utilizados en España en la asignatura de Lengua Castellana y Literatura de estos últimos veinte años, descubriremos la falta de información que hay sobre el judeoespañol.
Con suerte, solo encontraremos unas pocas líneas en los libros de Bachillerato dentro del tema dedicado a las lenguas de España y las variedades del español. Este vacío explica el desconocimiento general que existe entre la población española, ya que buena parte de ella no ha oído hablar nunca de algo tan hispánico como es el judeoespañol.
Eso que para los habitantes de España es un badén que, elevado desde el suelo, reduce la velocidad en carretera, se llama en Venezuela, Nicaragua o Colombia “policía acostado”, una imagen gráfica de cómo estos artefactos determinan la conducción. Esa herramienta que en el español de España no hemos sabido denominar de manera uniforme (USB, pincho, lápiz de memoria...) se llama llave maya en Costa Rica y memorín (qué palabra adorable) en otras zonas hispánicas.
Aprender a leer significa aprender un sistema simbólico. Su adquisición constituye un hito en el desarrollo individual (ontogénesis) y también en la historia humana (filogénesis), ya que permite la comunicación y la transmisión cultural superando las limitaciones del aquí (espacio) y ahora (tiempo).
A la vez, contribuye al desarrollo cognitivo y, de hecho, cambia el funcionamiento cerebral, como muestra la neurociencia cognitiva.
El viejecito de ropas rojas y barba blanca que vemos en vísperas de Navidad en los shoppings de todo el mundo se ha convertido en ícono cultural de la sociedad de consumo del tercer milenio. El sonriente personaje, que encanta a los niños, fue forjado a lo largo de los últimos diecisiete siglos, basado en la historia de un obispo que vivió en el siglo IV.
Hay cosas que un autor novel ignora y lo raro sería lo contrario. La buena noticia es que, a medida que persevera, va profesionalizándose y dominando cada paso de la caligrafía literaria. De manera que escribo para ti que no eres un caso perdido y que aún esperas una boya a la que asirte… de momento. Porque sé de tus ansias, de que te asalta una especie de locura de lobo literario por emprender la travesía.
Primera de las 11 cosas que ignora el escritor novel: Escribir no es fácil
Los cimientos de la lengua española temblaron en 1997, cuando Gabriel García Márquez pidió la jubilación de la ortografía, “terror del ser humano desde la cuna”, proponiendo el entierro de las “haches rupestres”, un criterio racional para “la ge y la jota” y reclamando “más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver”.
Muchas lectoras pensarán que, si bien es complicado confundir revólver y revolver, esa tilde nos pone las cosas un poco más fáciles. ¿O es solo una apariencia?
No cabe duda de que la lengua está viva. La Real Academia normaliza el uso de la lengua pues ya sabemos, por el refranero popular, que las costumbres se hacen leyes. Aun con todo, nos expresamos de modo que lo que decimos nos suene bien.
En lingüística, la morfología se encarga del estudio de la estructura de las palabras y de cómo estas se forman. Un caso interesante lo encontramos en el uso de las unidades semi- y medio, que parecen sinónimas en algunas expresiones, aunque no en todas.
A la espera de conocer en los próximos días LA PALABRA DEL AÑO, según el voto de nuestros lectores, ya sabemos cuáles han sido las palabras del año 2021 en inglés, propuestas por los tres diccionarios británicos más empleados, según hace saber la revista digital The Conversation, mientras nos preguntamos si este año el factor determinante será nuevamente la pandemia de la covid-19.
Es ciertamente maravilloso, y también sorprendente, que el cerebro humano sea capaz de descubrir regularidades en el comportamiento de los fenómenos de la naturaleza; esto es, las leyes a que obedecen. Y que de esta manera seamos capaces de reconstruir el pasado y en cierta medida de predecir el futuro.