Nota del editor Jamaal Abdul-Alim: En medio de los numerosos artículos sobre el retraso de los estudiantes negros con respecto a los demás en el rendimiento educativo, de vez en cuando se oye hablar de un joven negro "prodigio" que fue aceptado en la universidad a una edad temprana. Según Donna Y. Ford, profesora de educación de la Universidad Estatal de Ohio, podría haber muchos más prodigios negros.
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Muchas veces me han preguntado cuál es el origen de esta expresión, que algunos creen que pertenece al lunfardo rioplatense, pero que en realidad figura en el diccionario de la Academia sin ninguna marca diatópica (de localización geográfica).
¿Por qué se nos resiste cuyo? Al fin y al cabo, teniendo una palabra cuya función es precisamente combinar subordinación y posesión, utilizar que su donde un cuyo iría como anillo al dedo parece como empeñarse en abrir un botellín con un mechero teniendo un abrebotellas. El motivo reside en lo que en Lingüística se conoce como la jerarquía de la accesibilidad, una escala que clasifica los elementos sintácticos según lo subordinables que son.
Las islas Filipinas fueron conquistadas por los españoles y hablaron nuestra lengua, junto con la suya originaria ‒el tagalo‒ durante trescientos años, hasta ser tomadas por EE.UU en 1898, junto con Cuba y Puerto Rico, durante la guerra hispano-estadounidense. La nueva metrópoli colonial impuso el idioma inglés, que aplastó al español. Actualmente, solo quedan unos pocos miles de hablantes y cuentan con una Academia Filipina de la Lengua Española, fundada en 1924, e integrada por docentes, filólogos, periodistas y escritores reconocidos en la lengua castellana.
La gran mayoría de las especies que habitan nuestro planeta se comunican de alguna forma. Pero ninguna tiene algo que se asemeje al lenguaje de los humanos.
El lenguaje en sí mismo es bastante difícil de definir, ya que tiene, por ejemplo, expresiones transitorias que no dejan rastro, nunca es estacionario, cambia con el tiempo, es infinitamente flexible y casi mundialmente presente.
En un año como el que acabamos de despedir, marcado en todas las esferas y en todos los países del mundo por la pandemia de covid-19, era evidente que en esta ocasión la “palabra del año”, en todas las lenguas del mundo, sería covidiana; esto es, relacionada más o menos directamente con el coronavirus SARS-CoV-2 o sus consecuencias médicas, epidemiológicas, económicas o sociales.
La noche había tenido altibajos y la comida había demorado mucho.
Al final, a la hora de decidir los rumbos, ella logró trascender los reiterados momentos en que él había dicho «vistes» y «hubieron».
«No es importante», se repitió, ayudada por los efectos del vino, y resolvió darle una oportunidad al encuentro.
Pero no fue muy convencida y una hora después escuchó lo peor.
—Es la primer vez que me pasa —dijo él, sin saber que estaba frente a una amante de las concordancias.
Millennials, centennials, o simplemente, nativos digitales. Los niños y jóvenes de hasta 18 años nacieron y crecieron con internet, descubriendo un mundo nuevo lleno de posibilidades, de conocimiento y de entretenimiento. Y desde 2007, con la aparición de los teléfonos inteligentes y un par de año más tarde de las tablets y computadoras portátiles más livianas, se incrementó la dependencia hacia las pantallas.
En reunión virtual celebrada en las primeras horas de la tarde del 1º de enero, la Academia Nacional de Letras de Uruguay empezó el año declarando su “más enérgico rechazo” a la sanción impuesta por la Federación Inglesa Fútbol al delantero Edinson Cavani.
La entidad oriental dedicada al estudio y cultivo del lenguaje destacó la “pobreza de conocimientos culturales y lingüísticos que esa federación pone de manifiesto al fundamentar tan cuestionable resolución”.
Muchos lingüistas datan el comienzo del lenguaje hace 50.000 años. Es decir que se habrían requerido más de 200.000 años de linaje Sapiens y seis millones de años, después de separarnos de la rama de los monos actuales para construir el lenguaje. Sin embargo, recién hace 6.000 años con las primeras escrituras cuneiformes en Sumeria especialmente habríamos alcanzado la lecto-escritura, constituyendo un singular avance tecnológico-cultural.