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Artículos archivados

La historia literaria heredada del siglo XIX nos acostumbró a pensar la literatura como un acontecimiento surgido en el desarrollo progresivo de una lengua y una cultura, y registró desde las primeras minucias vernáculas hasta las grandes obras y autores canonizados.

La idealización de esta operación hizo que la nación pareciese una consecuencia espontánea y necesaria del desarrollo histórico de la vida en común. La literatura se creyó una manifestación inmediata del espíritu colectivo y popular encarnada en una lengua.

Se les ha llamado los “fantasmas del libro”, aquellos que lo recorren de principio a fin pese a su invisibilidad, y tienen algo de médium, facilitando la circulación de mensajes desde un mundo inaccesible para muchos —una lengua original —a otro hecho de inteligibilidad y claridad—la lengua de destino.

En este año de 2022 en toda la hispanidad se conmemora el quinto centenario de la muerte de Antonio de Nebrija (1522- 2022). Surge esta efeméride como un proyecto plural “2022, Año Cultural Nebrija”, impulsado por distintas instituciones y bajo la promoción del Ministerio de Cultura y Deporte de España.

Una figura ilustre

Cada año, se incorporan nuevas unidades léxicas al diccionario académico; hablaremos aquí de algunas de las más recientes modificaciones, anunciadas a fines de diciembre pasado, cuando se anunciaron 3.836 modificaciones, que incluyen nuevos términos, enmiendas y acepciones.

Las palabras pasan un proceso hasta ser aceptadas ya que "no hay que precipitarse", según explicó el director de la Real Academia Española (RAE), el jurista Santiago Muñoz Machado.

Las propuestas, que pueden llegar de cualquier usuario o académico, "se dejan dormir en la puerta hasta que se estabilizan" porque "a veces las palabras se ponen de moda y desaparecen tan pronto como aparecen en el mercado de la lengua", añadió.

Bitcóin, bot, ciberacoso, ciberdelincuencia, criptomoneda, geolocalizar o webinario son algunos de los ejemplos de las palabras relacionadas a la digitalización y tecnificación de las sociedades, destaca la RAE en su comunicado.

Es posible determinar dentro de ciertos límites la “pureza” de un linaje, sea de caballos, de perros o tal vez incluso de algunos grupos humanos que han permanecido muchos siglos aislados, pero el lenguaje, por su propia naturaleza, escapa a ese tipo de mediciones.

Las lenguas son esencialmente impuras —eso forma parte de su naturaleza— y sus lábiles fronteras son fácilmente traspasadas apenas entran en contacto unas con otras, lo que es inevitable en el mundo actual.

La lengua es también, a su manera, un árbol, nos resguarda, crece con nosotros, florece, tiene sus ciclos", dice la historiadora de la lengua y catedrática de la Universidad de Sevilla Lola Pons, en su libro El árbol de la lengua. Sus raíces, largas y entrelazadas, guardan toda la herencia de las voces que la habitaron y la siguen habitando.

El cementerio de South Park Street, antaño llamado Burial Ground Road, es el camposanto cristiano más grande del mundo fuera de Europa y América. Está ubicado en la ciudad india de Calcuta y acoge los restos de un buen puñado de británicos, algunos de ellos de cierta celebridad por su currículum en el mundo del ejército (entre ellos Walter Landor Dickens, hijo del famoso escritor), la política, la ciencia o la cultura.

Aunque no solemos pensar en ello, tenemos a nuestro alrededor uno de los prodigios fundamentales de los que nuestra especie es capaz, y cuya invención debería guiar nuestra idea de lo que es crear. Su existencia confirma que es posible una creación colectiva, y una inteligencia común y compartida. Ese prodigio es el lenguaje humano.

Si nos aplicásemos a la tarea de contabilizar las veces que, a lo largo del año, recurrimos al Diccionario de la lengua española en busca de la definición de algún término, seguramente nos daríamos cuenta de que son muchas más de las que en principio podríamos llegar a pensar. Especialmente desde que puede consultarse en línea, y más aún desde que existe la aplicación para dispositivos móviles.

¿Cómo explicar el casi olvido del latín o su casi total modificación, cuando el latín fue una lengua mundial durante siglos? ¿Por qué no se produjo este fenómeno con otras lenguas de menor cobertura, como el griego? me pregunta un lector [1]. La pregunta está justificada: hoy en día nadie afirma tener el latín como lengua materna –aunque muchos siguen estudiándolo–, mientras que el griego lo hablan millones de personas en Grecia y Chipre.